Donación de esculturas

 


Recientemente se ha recibido en la Fundación Aguilar y Eslava la donación de dos obras escultóricas del artista egabrense Antonio Maíz Castro. Un busto tallado en madera retrato de Guillermo Pérez-Aranda y un relieve en escayola patinada en bronce retrato del poeta local Juan Soca Cordón.

Ambas obras proceden de los herederos de Dª Mª Dolores y Dª Pilar Pérez-Aranda Córdoba y se pudieron ver en la Sala de Exposiciones de la Casa de la Cultura de Cabra en la exposición monográfica sobre este artista el curso pasado.

Antonio Maiz Castro (1906-1990) es también autor del busto original en mármol de D. Luis Aguilar y Eslava que preside su plaza diseñada por el afamado arquitecto Luis Berges en 1933 y del que el mismo realizó la actual réplica del año 1981. Además, el Instituto y la Fundación Aguilar y Eslava conservan el modelo de retrato en escayola de Guillermo Pérez-Aranda del que hemos recibido la escultura final tallada en madera.

La familia Pérez- Aranda ha tenido una gran vinculación con el Instituto, D. Agustín Pérez-Aranda fue catedrático de Dibujo y su hija Lola, también fue profesora y responsable de su biblioteca durante décadas hasta su jubilación. Su hermano el joven Guillermo Pérez-Aranda Córdoba murió en el frente ruso durante la segunda guerra mundial, en las filas de la División Azul española, motivo por el que la familia encargó su retrato.

El escultor Antonio Maiz Castro nació en Cabra en 1906 y con tan sólo 13 años y gracias a las gestiones del catedrático del Instituto, Juan Carandell y Pericay, recibió una beca para iniciar estudios de arte en Madrid. Aunque al poco tiempo escapa de la residencia para volver a Córdoba, estableciéndose en la capital, en cuyas calles realiza sus primeros trabajos. Esto le hace ganarse el apodo de "escultor callejero", que cambiaría por el de "genio chico" (debido a su corta estatura) que le pone Julio Romero de Torres cuando Antonio Maíz entra en su taller.

Tras asistir durante unos meses a la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba vuelve a Madrid, esta vez para estudiar junto al escultor Juan Cristóbal, con el que comparte ocho años de intensa actividad, tanto formativa como artística.

En 1936, al estallar la Guerra Civil, se traslada a Loja (Granada), donde trabaja ocasionalmente esculpiendo lápidas o de jornalero en el campo, sacrificando su talento artístico para mantener a su familia. Posteriormente se establece como docente, fundando en los años 50 una Escuela de Arte en Loja en la que enseña su arte.

En agosto de 1989 es nombrado Hijo Adoptivo de Loja, ciudad en la que falleció el 25 de marzo de 1990.



Comentarios